No obstante, desde su exilio en Iliria, Arrio envió diversas misivas al emperador Constantino solicitando su perdón y readmisión en la comunión de la Iglesia.
Arrio, quien llegó acompañado de otro seguidor suyo exiliado, Euzoio, consiguió persuadir a Constantino de que solo readmitiendo a los arrianos en la Iglesia podría conseguir la anhelada unidad cristiana.
El texto presentado por Arrio y Euzoio, que evitaba el conflictivo término homoousios, le pareció aceptable a Constantino, pero como solo un Concilio podía revocar las decisiones de otro Concilio, convocó a un gran número de obispos a la ciudad de Nicomedia para resolver el asunto.
El Concilio se reunió a inicios del año 328, prácticamente solo para discernir sobre la cuestión de Arrio.
Tras examinar el credo que Arrio y su colaborador habían presentado al emperador, los obispos convocados lo interrogaron y declararon que su opinión era ortodoxa, por lo que solemnemente readmitieron a Arrio y a sus seguidores en el seno de la Iglesia.