El movimiento obrero en cambio convirtió la Comuna en un mito revolucionario y le sirvió de argumento para romper definitivamente con el republicanismo federal.
La prensa tradicionalista católica presentó los hechos como un suceso apocalíptico e hizo hincapié en que se trataba de una «revolución».
La liberal habló de los «horrores que lamenta la nación vecina» y aprovechó para atacar la «demagogia» del republicanismo federal.
[1] Así se fue elaborando un relato de lo ocurrido en el que los diarios destacaron la orgía y la destrucción a la que se lanzaron los communards, caracterizados como antipatriotas, irreligiosos y «socialistas».
En cuanto al análisis de lo sucedido se recurrió, según José Álvarez Junco, a explicaciones psicológicas, providenciales y conspiratorias.
La psicológica consistió en explicar la Comuna como una explosión de los más bajos instintos, señalando especialmente a los jóvenes —dominados por «el fuego devorador de las pasiones»— y a las mujeres —«se las veía cual otras furias, con el cabello suelto, arrojar aceite hirviendo, muebles y piedras a los soldados, y cuando se veían perdidas se echaban sobre las bayonetas, procurando combatir todavía»—.
La apocalíptica identificaba la Comuna con el Mal y la explicaba en términos bíblicos: París, «la Babilonia moderna», desaparece «por sus crímenes, sufriendo la suerte de Nínive, Sodoma y Gomorra»; «la sociedad moderna, cuyo emporio era París, ha pecado por el entronizamiento de la razón humana sobre la autoridad divina».
[7] Esta actuación del gobernador civil de Barcelona motivó que el 22 de mayo varios diputados republicanos federales catalanes —Baldomero Lostau, Estanislao Figueras y Eusebi Pascual i Casas— presentaran una protesta en las Cortes, lo que suscitó un vivo debate sobre la Internacional, ya que coincidió con la derrota de la Comuna.
[10] Su intervención terminó con unas palabras enigmáticas: «Basta por hoy de la Internacional; necesito guardar ciertas cosas que sé, para saber muchas más».
También fue suspendido el periódico madrileño La Solidaridad, y en su lugar comenzó a publicarse el 19 de junio La Emancipación, con José Mesa como director.
Son delincuentes y se les entregará a las autoridades francesas cuando éstas soliciten su extradición».
Aún sería tiempo; aún podríais evitar la guerra dándoos un fraternal abrazo y arrojando al Rin esas armas que, lejos de constituir vuestra fuerza, son, por el contrario, el más sólido eslabón de vuestras cadenas».