Actualmente, el proyecto educativo de esta orden, inspirado en la espiritualidad ignaciana, se desarrolla en muchos lugares del mundo.
El arzobispo, que ya pensaba en introducir a las Ursulinas en la diócesis, acogió con entusiasmo la propuesta y el 25 de marzo, Día de la Anunciación, aprueba oficialmente la iniciativa.
Al año siguiente (1609), el rey Enrique IV de Francia también dio su aprobación, lo que permitió que la congregación creciera y se extendiera rápidamente en Francia.
En el siglo XIX con su regreso a Francia, las fundaciones de instituciones se multiplicaron en América del Norte, África y Asia.
Las constituciones del instituto especificaban que las monjas eran monjas de votos solemnes con clausura papal y organizadas en casas autónomas, siguiendo el modelo de los monasterios benedictinos.