Cloșca era un poco más rico que Horea, y su casa, aún existente, podía ser vista en la ladera de una colina, a 50 metros de la actual carretera entre Abrud y Câmpeni.
Cuando estalló la revuelta, Cloșca tenía 37 años y ya había estado tres veces en Viena, llevando con Horea las peticiones dirigidas por los campesinos al emperador José II.
Será sometido a seis interrogatorios por el tribunal militar, sin revelar nada.
Los investigadores querían obtener más información sobre la organización del levantamiento, que se había extendido rápidamente a varios condados de Transilvania, para evitar que ocurriera un levantamiento similar.
Su ejecución horrorizó a toda la Europa civilizada por su crueldad: Cloșca fue quebrado por 20 golpes de rueda, y su cuerpo descuartizado y exhibido en varios lugares de la región donde se había dado el levantamiento campesino, con el fin de aterrorizar a la población y dar un ejemplo para quienes quisieran oponerse a las autoridades en el futuro.