Balbastre se instaló en París en 1750 y estudió allí con Pierre Février, donde ingresó como el organista del Santo Roch.
Cuando el Magníficat fue cantado, tocó entre cada verso varios minuetos, fugas, gigas, imitaciones, y cada pieza de música, aún hoy tarareadas, sin sorprender u ofender la congregación, por lo que fui capaz de descubrir».
Burney visitó a Balbastre en su casa y dijo que éste poseía un clavicordio muy hermoso por Ruckers: «Después de la iglesia M. Balbastre me invitó a su casa, el clavicordio, el cual he tenido la oportunidad de observar, es el más bello clave pintado por dentro y fuera, tanta delicadeza como el carruaje más fino o aún la tabaquera que yo alguna vez haya podido ver en París».
También dijo que él poseía «(...) un órgano muy grande, con pedales, que ha ser necesario para un organista francés para tener para la práctica; es demasiado grande y grueso para una cámara, y las llaves son tan ruidosas como aquellos en San Roque.» Burney relata que Balbastre era de condiciones muy buenas con su compositor y colega Armand-Louis Couperin, a quien él presentó a Burney, comentando « (...) me alegré para ver a dos hombres eminentes de la misma profesión, tan sincera y amistosa.» En 1763 se casó con Marie-Geneviève Hotteterre, quien venía de una famosa familia francesa de músicos.
Durante la Revolución francesa, la conexión de Balbastre con la nobleza y el tribunal real podría haber puesto en peligro su vida, pero al parecer él de algún modo se adaptó a la nueva situación política, entonces sobrevivió tocando los himnos de Revolución y canciones sobre su órgano.