Clase Oquendo

En vista del lamentable curso del proyecto, se decidió modificar radicalmente a los dos últimos buques, siendo remolcados a Cartagena, donde fueron literalmente cortados por la mitad, en sentido longitudinal, con objeto de aumentarles la manga, para intentar resolver algunos de los problemas experimentados en el Oquendo.

Sin embargo, al igual que con sus congéneres de la clase Audaz, se cometió un grave error: mantener la maquinaria original.

Por ello los Oquendo fueron buques de una vida realmente corta: 15, 13 y 18 años respectivamente.

[3]​ A lo largo de su vida cabe reseñar pocos acontecimientos; el más importante fue la visita del D-43 a los puertos de Nápoles, Casablanca y Portsmouth, en 1971, junto con el atentado ya relatado del que también fue protagonista el D-43.

En conclusión, decir que los D-40, junto con los Audaz y los submarinos clase D, han sido, posiblemente, los proyectos más lamentables y ruinosos que ha afrontado la Armada en el siglo XX.

Destructor Roger de Lauria (D-42) de la Clase Oquendo, navegando por aguas del Atlántico, final de los años sesenta.