Cisteil

En la actualidad el pequeño pueblo está habitado por menos de cien personas.

Enterado el párroco del pueblo, el padre Rulas, avisa a la guarnición cercana de Sotuta, que envía diez hombres al mando del capitán Tiburcio Cosgaya.

Al llegar a Cisteil el pelotón fue cercado y muerto por los rebeldes mayas, con excepción de un soldado que logró huir.

Tras la derrota de los insurrectos se siguió un juicio sumario en contra de Jacinto Canek, a quien se condenó y sacrificó en cruel tormento, quemando su cadáver en la plaza pública y tirando sus cenizas al viento.

[4]​ Más tarde, en 1762, el gobierno peninsular encabezado José Crespo y Honorato ordenó consumar la destrucción del pueblo cubriéndolo con sal en grano a fin de esterilizar el lugar, para escarmiento de la población maya.