Cisma de Focio

San Ignacio, el patriarca de Constantinopla, negó públicamente la sagrada comunión a un tío del emperador bizantino Miguel III el Beodo, porque vivía licenciosamente con su amante.

El papa Nicolás I, que había sido puesto al corriente por el depuesto San Ignacio, rechazó lo que él consideraba la deposición impropia de Ignacio y la elevación de Focio, un laico, en su lugar.

El papa los excomulgó, y también al emperador y al discutido patriarca Focio, con lo que estos rompieron con el papa y rechazaron su primacía para las cuestiones de fe, declarando a Focio patriarca universal, de forma que el patriarca excomulgó también al papa Nicolás I y le depuso teóricamente de la silla de Pedro.

Finalmente, volvería a ser depuesto por el emperador León VI, y murió en 886.

La importancia del Cisma de Focio estriba en sentar un precedente que abonó el terreno para el definitivo Cisma de Oriente, que separó a la Iglesia católica y ortodoxa.