La nueva familia le pone un collar con medalla donde indica su nombre y en general, el perro es tratado correctamente, pero la dueña de la casa prefería a los gatos y durante uno de los paseos frecuentes en automóvil al que llevaban al perro, la mujer lo abandonó en la calle.
Una vez más Chicharrón se ve en la calle y deambula ante distintas personas hasta que logra ser adoptado en la humilde casa del guardián de un parque.
Éste vivía junto a su esposa y su condición económica humilde no les permitía proveerse de carne, por lo cual la alimentación básica del perro consistía en pan, fideos o papas.
Chicharrón sale determinado día a buscar un hueso y allí un joven llamado Gustavo le ofrece un pedazo de carne asada y lo adopta como su nuevo dueño.
Reflexivamente y metafóricamente el protagonista se siente un chicharrón dentro de una sartén llamada vida.