Las reimpresiones y nuevas ediciones de la GES directamente ni siquiera mencionaban a Beria, como si éste nunca hubiese existido.
En la traducción de ese libro también fueron eliminados (es decir, censurados) otros contenidos “ideológicamente comprometedores”: la ayuda aliada a la Unión Soviética durante la Gran Guerra Patria (el Frente Oriental de la Segunda Guerra Mundial), así como otros esfuerzos aliados (sobre todo en el teatro de operaciones europeo occidental), los fracasos y errores llevados a cabo por la dirigencia soviética, y las críticas en general hacia la Unión Soviética.
Esto se lograba mediante la exclusiva propiedad estatal de todas las instalaciones dedicadas a la producción, por lo que necesariamente sus miembros debían ser empleados del Estado.
En algunas oportunidades, la censura hacia tal o cual autor que no contaba con el beneplácito del régimen soviético era apoyada por campañas contra su material “ofensivo” en los medios de comunicación (sobre todo, en los periódicos).
Los libros que contaban con el visto bueno oficial (por ejemplo, la colección de discursos del líder Leonid Brézhnev) eran impresos en grandes cantidades, mientras que otro material no tan “importante” era publicado en números mucho menores y no era adecuadamente distribuido.
Tal fue el caso de Archipiélago Gulag, escrito por el célebre disidente Aleksandr Solzhenitsyn, el cual fue inicialmente publicado en Occidente en 1973.