Se llama como su tía Cecilia de Madrazo y Kuntz.
En 1875, tras la muerte de su esposo en Roma en noviembre del año anterior, Cecilia y sus hijos se trasladaron a París.
Sus cartas recogen su capacidad para ser ella misma en diversas situaciones.
[2] Durante el siglo XIX el perfil de los coleccionistas de tejidos continuó siendo un fenómeno que atrajo a un exclusivo grupo caracterizado por la sensibilidad intelectual y artística.
Y se integró en el amplio círculo de artistas que les rodeaba.
[2]Continuó su afición por las telas antiguas, ampliando su colección y adquiriendo piezas que le ofrecían.