[4] Enviar a niños pequeños con el fin de que fuesen educados y preparados en otros hogares aristócratas en vez de en la casa familiar era algo habitual desde hacía siglos entre la nobleza europea, si bien la supervisión ejercida en Chesworth House y en Lambeth era aparentemente laxa.
La duquesa viuda solía permanecer en la corte y tuvo, al parecer, poca implicación en la educación de los jóvenes a su cargo.
Su carácter era frecuentemente descrito como vivaz, risueño y enérgico, aunque nunca erudito ni devoto.
Tanto Mannox como ella confesaron durante la investigación por adulterio haber tenido contacto sexual, aunque nunca practicaron el coito.
Durante su interrogatorio, Catalina declaró: «Ante las halagadoras y hermosas persuasiones de Mannox, siendo una niña, lo sufrí en varias ocasiones para que manosease y tocase las partes secretas de mi cuerpo, lo cual no me volvió con honestidad para permitirle ni para exigirle».
[7] Sus encuentros con Mannox cesaron en 1538, cuando Catalina se trasladó a la casa de la duquesa viuda en Lambeth.
[8] Gracias a su juventud y atractivo físico, Catalina atrajo muy pronto la atención de Enrique.
La familia Howard trató, al parecer, de recrear en Catalina la influencia ganada por Ana Bolena durante su reinado como consorte.
De acuerdo con el sacerdote Nicholas Sander, la conservadora y religiosa familia Howard vio posiblemente en la joven Catalina una destacada figura en su lucha por determinación expresa en restaurar la religión católica en Inglaterra.
Su juventud, belleza y vivacidad cautivaron al monarca, quien declaró que nunca había conocido «algo así en una mujer».
[11] La reina logró evitar la plaga que asoló Londres en agosto de 1540 durante la entrada real.
[12] Aquel invierno el mal estado anímico de Enrique se incrementó y empezó a mostrarse furioso e irritable.
El arzobispo encontró a la joven frenética e incoherente, declarando lo siguiente: «La encontré en tal lamento y pesadez como nunca vi en ninguna criatura, de modo que habría compadecido el corazón de cualquier hombre por haberla mirado».
Pese a las acusaciones en su contra, Catalina negó firmemente la existencia de ningún precontrato, declarando que Dereham la había violado.
Aunque el rey estuvo en Hampton Court, Catalina no volvió a verlo en persona nunca más.
Por su parte, el rey, obeso, se hundió aún más en la morbilidad, complaciendo su apetito por la comida y las mujeres.
[27] Esto resolvió la cuestión del supuesto precontrato y supuso para Catalina ser inequívocamente culpable[28] (nunca se llegó a celebrar un juicio formal).
Cuando los miembros del Consejo acudieron en su busca, la joven entró al parecer en pánico y profirió sonoros gritos mientras era forzada a subir a la barcaza que la llevaría custodiada hasta la Torre el 10 de febrero, pasando la flotilla bajo el Puente de Londres, donde las cabezas de Culpeper y Dereham se hallaban empaladas (permanecerían allí hasta 1546).
Catalina tuvo una muerte rápida al haber sido decapitada con un solo golpe de hacha.
[35] Los pintores en general siguieron incluyendo a Juana Seymour, tercera esposa de Enrique VIII, en las obras pictóricas del rey tras su muerte principalmente debido al favor que el monarca sentía hacia ella por haber sido la única de sus esposas en haberle proporcionado un hijo varón.
Así mismo, las perlas mostradas pueden estar relacionadas con un obsequio realizado por Enrique a Catalina en 1540, siendo la única reina hasta la fecha cuya apariencia resulta desconocida.
[45] Pese a que el retrato ha sido asociado con la quinta esposa de Enrique VIII, la identificación del mismo con Catalina está amplia, aunque no universalmente, descartada.
[50] Los historiadores Antonia Fraser y Derek Wilson creen que el retrato representa probablemente a Elizabeth Seymour.
[44] La National Portrait Gallery alberga una pintura similar, Mujer desconocida, formalmente conocida como Catalina Howard,[53] la cual ha sido fechada a finales del siglo XVII, no estableciendo la galería la identidad de la modelo.