Otro nombre con el que se conoce a los castros es oppidum (en plural oppida), en particular cuando son de gran tamaño.
Los castros estaban protegidos por uno o más fosos, parapetos y murallas que bordeaban el recinto habitado, pudiendo tener en sus accesos un torreón que controlaba las vías de entrada al mismo o en otro lugar estratégico.
Datan de época romana y están vinculados a explotaciones mineras.
Son de planta variada, aunque suelen ser redondos u ovalados, adaptándose al terreno.
El lugar del asentamiento viene dado también en función de los recursos naturales explotados por los moradores.
Los castros cuentan con un recinto superior, la "croa", y una serie de terrazas dispuestas hacia abajo dónde se sitúan las construcciones.
Los castros acostumbran a tener una única entrada, que también cumple la función de impedir el paso.
En el siglo I aparecen agrupamientos de edificaciones ("barrios"), formados por varias construcciones rodeadas por un muro con una sola abertura hacia la calle.
Con anterioridad a los siglos II-III a. C., los muros se construían generalmente de adobe, con un poste central.