Recientemente el conjunto ha sido rehabilitado y está prevista su reconversión en espacio público y turístico a través de espacios museográficos.
[1] Construida en el siglo XVIII por don Juan Arcas, ha estado tradicionalmente vinculada a trabajos de carácter agropecuario.
La familia propietaria del cortijo, junto a otras como Mazón, Flores o Arcas, se convirtió en administradora de estas aguas, en tandas de 14 días y 336 horas.
[2] Conserva un edificio principal de dos plantas, encalado en blanco al exterior con cornisas, esquinas, ventanas y puertas enmarcadas en una franja granate, y en el que residían los propietarios de la finca.
Junto a él se sitúa un anexo, conocido como la casa del Labrador, en el que se guardaban los aperos de labranza y vivían las personas encargadas del mantenimiento de la finca y un gran aljibe de planta rectangular cubierto con bóveda de medio cañón fabricada en ladrillo y con brocal en la testa.