La primera edición contó con una tirada de 20.000 ejemplares, cifra considerada notablemente alta si se toma en cuenta que las lecturas dedicadas al público infantil en esa época eran algo limitadas y que el libro no sería usado para un fin pedagógico.
El autor no siempre se dirige al lector bajo un nombre de pila real sino que también usa apodos como "Fulano, Pituco o Lito" en algunas ocasiones.
[4] En las ediciones posteriores Vigil plasma a modo de prólogo: “Estas cartas, mis queridos amiguitos, son para todos aquellos que quieran recibirlas en su corazón.
En la carta "Por no saber leer", el protagonista se pierde de obtener una bicicleta por ignorar un aviso que ve en la vía pública ofreciéndola, dejando en claro que quien no maneja este saber queda privado de mayores y mejores beneficios.
Una vez más aquí la ignorancia es castigada, en este caso con una consecuencia física, mientras que la escuela aparece de manera permanente como una entidad redentora.