Allí trabó una íntima amistad con Agustín Millares Carlo, que mantendrían durante toda su vida.
En la Facultad de Derecho mostró especial predilección por la rama penal, y fue guiado en ella por el jurista y profesor Luis Jiménez de Asúa, quien le concedió el Premio Extraordinario en la asignatura de Penal.
A su regreso a Las Palmas en 1926 comenzó a ejercer como abogado en el bufete de su primo, Tomás Quevedo Ramírez, hasta que se independizó y abrió despacho propio en su casa de la calle Doctor Chil, donde ejerció durante cincuenta años, hasta su fallecimiento en 1978.
Desde su inicio se destacó como criminalista en los procesos de la época.
Durante su juventud fue miembro del Partido Republicano Radical.