Su padre era el coronel argentino Agenor Pacheco, que por motivos políticos se había radicado con su familia en Montevideo pero a los pocos meses de edad Carlos Pacheco ya estaba viviendo en Buenos Aires, donde residió y trabajó hasta su muerte.
Estuvo ligado al teatro desde su juventud como crítico, autor y director artístico y también ocasionalmente como actor, si bien esto último con escaso éxito; en efecto, contó Alberto Ballerini que Pacheco que ya era crítico de teatro, quiso probar suerte en la actuación y logró un papel en la obra española Papá Martín, que estrenaba la compañía de Gerónimo Podestá; al salir al escenario comenzó a tartamudear y cuando llegó a la emotiva escena en que debía abrazar a su anciano padre que representaba Podestá, lo tomó con tal violencia que el polvo que este había esparcido en su cabello para aparentar más edad envolvió a los dos actores ocasionando la hilaridad general.
Osvaldo Pellettieri denomina “reflexivo” al nuevo modelo de sainete tragicómico inaugurado con esa obra.
En este modelo la intriga sigue sustentada por la misma convención utilizada por los viejos saineteros.
Su escena llega al público como un espacio feliz –el patio del conventillo en un día de Carnaval- en el que se suceden los cuadros alternando lo cómico y lo sentimental en este conventillo idealizado, abuenado hasta el punto de no tener casi puntos de contactos con el conventillo real.