[3][2] Inició entonces un periplo que le llevó a trabajar en diferentes actividades, desde empresario de salas y bares nocturnos a representante artístico de Gato Pérez, la Orquesta Platería y el actor Pepe Rubianes, con quien trabó una íntima amistad que marcó su futuro como actor ya tardío.
Entre sus amigos, con quienes compartió desde joven sus andanzas, además de Rubianes se encontraban el actor y cantautor Jaume Sisa, el escritor Sergi Pàmies, el también sacerdote, Manel Pousa o el actor y director teatral, Joan Lluís Bozzo.
[3] Flavià se tomó muy en serio el reto y, al año siguiente, en una sala barcelonesa presentó su primer monólogo, Epístoles [de Carles Flavià], una mirada «cínica, sarcástica ..., irónica y profundamente inteligente»[3] sobre su propia vida, con el que construyó un personaje «deslenguado, descreído, hiperbólico y aparentemente enfadado con el mundo pero de una vitalidad desbordante»[2] del que se sirvió a lo largo de su carrera en otros monólogos como Prensamiento, El estado del malestar o El evangelio según Flavià.
Rafael Tapounet lo calificó como «maestro de la irreverencia anclada en una profunda comprensión del alma humana».
[3] En el cine trabajó en películas y cortometrajes con varios directores como Francesc Bellmunt (Lisístrata, 2002) o Ramón de España (Haz conmigo lo que quieras, 2003).