Estas, en el pasado, se celebraban en momentos de exaltación y alegría para festejar y agradecer a la madre naturaleza, la Virgen María, el Cristo, el Santo, etc. o las buenas cosechas, entre otros.
[1] Por eso y por otros motivos, todas estas celebraciones no eran bien vistas por los estamentos oficiales, que querían hacerlas desaparecer.
Además, se argumentaban motivos de orden público, puesto que se decía que el ambiente festivo irritaba los instintos y propiciaba disputas, insultos, violencia e, incluso, muertos, todo ello de manera anónima.
Hoy en día, según el municipio, puede formar parte del carnaval, el Corpus, las fiestas patronales, etc.
La siguiente sección hace referencia a cómo se celebra y qué rasgos tiene en cada pueblo.
Los personajes están representados por personas disfrazadas con ropa antigua rellena de cojines para no ser reconocidos, y que siempre aparecen con la cara tapada por una tela pintada (coixinera).
La tradición manda que si, en algún momento de la danza, un Tapat es reconocido, debe quitarse la coixinera.
Estos personajes llevan la cara tapada con una sábana y van disfrazados de manera grotesca.
Finalmente, se lleva a cabo el último pasacalle con las últimas carasses que suelen quedar, puesto que las otras se han retirado despacio para pasar a ser espectadores y mantener así su anonimato.