Hasta el siglo xv la plaza no existía como tal, y en su lugar había un prado florido con algunos huertos cultivados, del que proviene su nombre.
Según una tradición, la plaza debería su nombre en su lugar a Flora, mujer amada por Pompeyo, el cual había construido cerca su teatro.
Por este motivo, la plaza se convirtió en un lugar de paso obligado para personalidades destacadas como embajadores y cardinales.
En la esquina con la Via dei Cappellari es todavía visible la Locanda del Gallo, que fue propiedad de Vannozza Cattanei.
Al comité se adhirieron numerosos intelectuales de todas las partes del mundo como Walt Whitman, Ernest Renan, Victor Hugo, Silvio Spaventa o Henrik Ibsen.