[1] La vía vino a reforzar la economía de Santander, volcada en su puerto, ya que en 1752 se le permitió volver al comercio de la lana con otros puertos europeos y en 1778 se liberalizó el comercio con las colonias americanas.
[2] Así, la harina se convirtió en el producto en que se basó la primera industrialización de Cantabria, especialmente en las zonas de Campoo y el valle del río Besaya, nacida gracias a la aportación del grano castellano que afluía mediante el camino de las Harinas y luego desarrollada durante el siglo XIX.
[4] La mejora en las comunicaciones con el interior de Castilla que supuso esta vía se dejó sentir en toda la región.
Si hubo algún gran inconveniente, fue que toda la actividad se centró en el eje Santander-Burgos, supeditando la economía de las regiones que atravesaba la vía al puerto de Santander, pero sin influir en el arcaico sistema económico de todas las regiones adyacentes.
[8] Estas medidas eran plenamente apoyadas por la Corona, debido a que el gobierno ilustrado de los Borbón no veían con buenos ojos la actividad económica de las entonces provincias exentas, o con privilegios especiales, que no producían impuestos para el Estado;[6] entre ellas se encontraba el territorio vasco.