Camilo Castelo Branco

Tuvo una vida azarosa, pasional e impulsiva, que le sirvió como inspiración para sus novelas.

A lo largo de su vida se sucedieron amores tumultuosos con Patrícia Emília e Isabel Cándida, entre otras.

Se dice que sucumbió a una crisis mística cuando ella decidió casarse con Pinheiro Alves, un brasileño que más tarde le serviría de inspiración en algunas novelas, y por esta razón frecuentó el seminario de Oporto (desde 1850 a 1852).

Aquí escribirá lo mejor de su obra, aunque desgraciadamente, no encontrará tampoco la tranquilidad ni la paz.

En 1868 su hijo Jorge enferma y ya no se recuperará nunca de sus graves problemas mentales.

En 1878 sufre un accidente en un tren y como consecuencia de eso queda dañado en la vista.

Camilo pasa hasta los últimos años da su vida al lado de ella, sin encontrar la estabilidad emocional que ansiaba.

Los hijos le dan enormes preocupaciones: considera a Nuno un irresponsable, y Jorge sufre una dolencia mental.

La novela contiene todos los elementos característicos del ideal romántico: el amor fatal y trágico que acaba llevando a la muerte, el autocastigo impuesto por los mismos protagonistas o la muerte como fin único y absoluto.

Se consideran realistas los relatos largos que forman las Novelas del Miño (1875-77) por su descripción de la vida cotidiana.

Pero en las últimas novelas (que no son las mejores) se acercará, a su pesar, al Naturalismo.

Es un sentimiento que lleva a la ruptura con las reglas de la sociedad y desencadena graves conflictos.

Su eco en los novelistas portugueses de la primera mitad del siglo XX ha sido manifiesto (así en Aquilino Ribeiro).

La importante casa-museo permite ver cómo fueron su vivienda, muebles, libros y objetos durante los veinticinco años finales de su vida, en un medio casi idéntico al que vio el escritor hasta su muerte.

[1]​ A su lado se ha construido recientemente un Centro de Estudios Camilianos por el arquitecto Siza Vieira.