El calefactorio (denominado también en latín calefactorium - calefactorĭus- ) era una estancia dedicada en los monasterios a calentar a los monjes en los meses fríos del año.
El calefactorium estaba dotado de una chimenea por el que se desalojaban los humos de la combustión.
No había sistemas de inter-comunicación de calor, y por lo tanto los monjes que necesitaban calor tenían que acudir al calefactorium.
En la secuencia constructiva de la arquitectura cisterciense, el espacio dedicado al calefactorium era posterior a la sala capitular o la iglesia, comunicando en cualquier caso con el claustro.
[3] Se solía ubicar este espacio caliente en las plantas bajas de los monasterios.