La primera máquina para hacer espresso fue construida por el francés Louis Bernard Rabaut en 1822.
Algunos baristas vierten el café directamente en un taza o vaso precalentado, para mantenerlo a una temperatura superior.
[8] Este tipo de diseño aún se utiliza en la gama más económica, dado que no necesita ningún componente móvil.
Muchas unidades de bajo costo a vapor se venden en combinación con una máquina por goteo.
En la primera el operador presiona el agua a través del molido, mientras que en el caso del pistón de muelle, el operador tensa el muelle, que posteriormente envía la presión para producir el expreso (normalmente entre 8 y 10 bar).
Estos utilizan aire comprimido para que el agua caliente atraviese el molido.
A las unidades con bombas, sensores, válvulas y molinos para un proceso de elaboración automatizado se las conoce como automáticas.
Estas tienen un tamaño mucho mayor que los modelos domésticos y preparan los expresos en muy poco tiempo.
Una de las diferencias principales entre los modelos comerciales y los hogareños es que los últimos poseen bombas para lograr una presión adecuada, en cambio, los modelos comerciales hacen uso de la presión del vapor para su funcionamiento, para ello necesitan elevar la temperatura del agua a más de 100 °C.
Los modelos manuales o semiautomáticos ofrecen más control de la calidad del expreso.
Hasta hace unos años, los modelos manuales y semiautomáticos eran más populares entre el público en general, esto se debía a que los usuarios podían controlar el tiempo de elevoración.
A esto se le debe añadir que las máquinas superautomáticas se las considera de menor calidad para un barista formado, pero de calidad superior para uno con menos conocimientos.
Marcas como Nespresso han incorporado cafeteras expreso con cápsulas selladas de café, que facilitan la preparación en el hogar.