Se cree que sus primeras obras fueron creadas a principios del siglo VII a. C. en el asentamiento de Cerveteri.
El proceso de fabricación requería unos hornos capaces de soportar temperaturas de 900 °C y 1050 °C., que tras una primera cocción asfixiada por ‘carbonación’ daba un color gris negruzco a la cerámica, que con un pulido posterior se un brillo metálico.
Se desconoce si las urnas y vasijas etruscas hechas con este sistema tienen relación con el llamado “impasto”, o cerámica típica de la cultura de Villanova.
La voz portuguesa bucáro se refería a diversas vasijas de las culturas sudamericanas conquistadas por Portugal.
Los italianos tomaron el nombre en el siglo XIX, que la arqueología moderna aplicó a este tipo de cerámica etrusca.