Bruñido es una técnica decorativa que en alfarería consiste en frotar la superficie arcillosa de una pieza cerámica hasta conseguir una apariencia pulida y brillante, y cierta suavidad táctil.
Las herramientas para frotar la superficie de una pieza cerámica son muy variadas: el dedo del alfarero, un palo de madera, piedras, semillas, objetos de plástico, huesos... y se pueden alternar o intercambiar a lo largo del proceso de bruñido hasta lograr el efecto deseado.
También pueden usarse como bruñidores recursos como «media caña, badanas o pellejas, una bola de cristal o metal... pero siempre sin angulaciones ni resaltes».
[4] El bruñido puede iniciarse cuando la pieza está húmeda, en estado de dureza de cuero, o cuando ya está seca.
Algunos artesanos consideran que el efecto del pulido se logra más en la segunda opción por varias razones:[5] Diferentes especialistas cerámicos proponen los siguientes trucos, observaciones o recomendaciones:[5]