Estuvo con una pierna engangrenada, viviendo en un viejo puente, en el barrio de Palermo.
Fue entonces cuando apareció Boneco, quien se quedó a su lado y le lamió la herida durante días hasta que lo curó misteriosamente; a partir de ese momento se convirtieron en amigos inseparables, y que los llevaría a vivir momentos de gloria junto al equipo de sus amores, Independiente.
Salió a la cancha junto al Ricardo Pavoni por primera vez oficialmente con su acreditación en el partido ante Racing Club el 24 de marzo de 1974 en el cual Independiente ganó por 4:1, mejor no podía haber sido el debut oficial de Boneco que con una victoria sobre el clásico rival.
En un reportaje que le hicieron a Percy Rojas el hábil delantero que militó en el equipo en esa época, había dicho: “Era conocido en muchos países, porque cuando llegábamos a otro país siempre todos querían conocer al perro famoso de Independiente, en el Perú todavía se lo recuerda”.
Era tan fiel, que cuando Lolo murió, Boneco se quedó debajo del cajón todo el velatorio al lado de su amigo, a quien acompañó hasta el cementerio y se quedó allí sin que nadie lo moviera o pudiera sacarlo, no aceptó la comida de nadie y se dejó morir al lado de la tumba de su gran amigo.