Bendición a fray León

[3]​ En ese tiempo, estando el hermano León atormentado por una terrible tentación, guardaba la esperanza profunda de que las palabras del Señor junto a algún manuscrito del hermano Francisco le retornarían la calma.

Al instante, desapareció del todo la tentación, según narra Tomas de Celano (2C.

Uno de ellos fue el hermano León, permitiéndole que le tocara sus sagradas llagas cuando le cambiaba las vendas manchadas con su sangre, lo cual era para fray León un gozoso y a la vez doloroso rito.

Francisco, celoso de que nadie se percatara del privilegio que significaban sus estigmas —privilegio del que se consideraba a sí mismo indigno—, llegó a tener con el hermano León esta delicadeza excepcional: una vez, colocó con amor su mano llagada sobre el corazón del hermano León; y este, respirando admiración y estupor, prorrumpió en entrecortados sollozos.

[5]​ La bendición al hermano León no es totalmente original de san Francisco.

Así, por la mediación del «pobre de Asís», se cumplirían en fray León aquellas palabras de amor del Señor Dios a Israel: «No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre.

Francisco legó a fray León, no solo su famosa Bendición y la Carta de libertad evangélica, sino también su hábito, quizá el más precioso de los legados.

Poco antes de morir, el intuitivo Francisco le dijo a fray León: «Esta túnica es tuya».

Bendición a fray León