Este seguía siendo insegura para las fuerzas omeyas: al-Murri necesitó una escolta de siete mil jinetes a partir del Oxus y fue atacado por los turgueses cuando se dirigía a reunirse con el ejército de su predecesor en el cargo, Ashras al-Sulami, que el año anterior había reconquistado el territorio hasta Bujará en una ardua campaña.
Aunque con dificultad, al-Murri pudo repeler la acometida enemiga y reunirse con las huestes de al-Sulami.
[7][8] Durante el invierno, estallaron nuevas rebeliones al sur del Oxus, en Tocaristán, que hasta entonces no había dado problemas a las autoridades musulmanas.
Al-Murri tuvo que dirigirse a Balj, por cuya comarca veintiocho mil de sus soldados se dispersaron para aplastar la sublevación.
[9][10][11] Al-Murri no podía seguir el antiguo camino real persa que conducía de Bujará hasta Samarcanda, pues lo controlaban los turgueses.
[12][13][14] Al-Murri decidió seguir la sugerencia de al-Mujashshir y acampó a la entrada del desfiladero.
Pese a ello, al-Murri mantuvo la decisión de cruzar la garganta, y se internó en ella con unos veintiocho mil soldados.
Su habilidad sin par como jinetes, su excelencia como arqueros a caballo y su resistencia les hacía enemigos temibles, que solían emplear tácticas móviles, fintas, emboscadas y falsas retiradas para desordenar las filas de los árabes, de maniobras más lentas.
Esto permitió frenar la acometida turguesa y estabilizar la situación; el agotamiento de los dos bandos hizo que los combates cesasen ese día.
Al final el ejército árabe perdió la cohesión, se dispersó y fue aniquilado por la caballería turguesa; solo sobrevivieron unos mil hombres.
Estos asaltaron el campamento árabe, cuyas defensas todavía no estaban completas, pero fueron rechazados; al día siguiente, volvieron a la carga.
[30][31][32] Al-Murri permaneció unos cuatro meses en Samarcanda, hasta octubre del 731, para que su ejército se recuperase de la dura batalla.
Cuando los turgueses marcharon al norte para invernar, abandonó la ciudad, llevándose consigo a la población musulmana.
[33][34] Aunque finalmente el socorro llegó a Samrcanda y el ejército árabe no fue destruido por completo, el combate en el desfiladero de Tashtakaracha fue una victoria pírrica para las fuerzas omeyas.
[37] Aunque las bajas turguesas también fueron copiosas —Ibn Atham afirma que fueron diez mil—,[38] la grave derrota árabe en el cañón debilitó rápidamente la posición musulmana en Asia central.
El poderoso ejército levantino, pilar de la dinastía omeya, tuvo que ser dividido y enviados reforzar las provincias periféricas.