Durante su reinado, tuvo dos ideas directrices: restaurar el Imperio de Occidente y suprimir la herejía arriana.
Entre ambos militares, desbarataron una rebelión contra el emperador, la insurrección de Niká, en la que murieron treinta y cinco mil rebeldes.
Los historiadores estiman que el ejército puesto a las órdenes de Belisario era insuficiente: consistía en diez mil soldados de infantería y cinco mil jinetes, casi todos bárbaros y mercenarios.
Estaba compuesto por tres categorías de tropas: los soldados regulares, los mercenarios y las huestes pertenecientes a los magnates bizantinos, que debían facilitarlos al imperio.
Gelimer planeaba atacar a Belisario en forma combinada desde tres sectores cuando este entrara al desfiladero de Ad Decimun.
Gelimer se había retirado a un lugar situado ciento cincuenta kilómetros al oeste de la ciudad llamado Bulla Regia, donde reunió sus tropas.
Lo importante de este incidente fue demostrar los peligros a que se exponían los generales cuando incorporaban mercenarios en sus ejércitos.
Gelimer, al ver al ejército bizantino, montó en su caballo y huyó del campamento; este acto de cobardía provocó el desconcierto y luego el pánico entre sus soldados, que huyeron en todas direcciones.
Cuando los soldados de Belisario entraron en el campamento vándalo, encontraron que este estaba plagado de riquezas; desobedeciendo a sus jefes, se dedicaron al saqueo sin respetar ni al mismo Belisario.
Al año siguiente, fue encontrado y rodeado por las fuerzas de Faras el Hérulo.
Al principio rechazó rendirse pero, después de un invierno particularmente crudo, se entregó a Belisario.