Los anglosajones obtuvieron una gran victoria sobre la, hasta entonces, mayor fuerza armada enviada desde Dinamarca, para devastar Inglaterra.
El centro de Inglaterra resistió a las embestidas, gracias a Alfredo el Grande y su hijo Eduardo el Viejo que siguió la política ofensiva de su padre contra los extranjeros.
Las crónicas contemporáneas no ofrecen detalles de las maniobras militares empleadas en la batalla, pero es evidente que la alianza destrozó al ejército vikingo e infligió graves pérdidas cuando se mencionan «miles de hombres» muertos, en referencia a los daneses.
Con las bajas danesas en el norte, los ejércitos de Wessex y Mercia pudieron enfocar su ofensiva hacia los vikingos del sur.
Las alianzas anglosajonas siguieron su curso, uniendo su nobleza bajo una corona común, y frenando la expansión vikinga de forma más o menos permanente.