[4][5][6][11][12][13] Se les sumaban 70 carros de guerra y el ejército traído por Dorilao, estimado por Granio Liciniano, historiador del siglo II, en 65 000 hombres.
[15][6] Por último, Apiano y Plutarco, quienes escribieron en el siglo II, hablaban de 80 000 combatientes traídos por Dorilao.
[11][7] Analizando los datos aportados por los cronistas antiguos, el historiador suizo Cédric Pillonel estimaba en 24 750 a 40 500 hombres al ejército de Arquelao y Dorilao.
[3] En la misma llanura decidió acampar Sila, ordenando a sus legionarios cavar trincheras por sus dos lados para obstruir el paso de la caballería póntica.
Estas palabras hicieron que los fugitivos volvieran a la lucha, mientras dos cohortes se reunían en el ala derecha.
[19] El ejército vencido huyó por las marismas del lago cercano, quedando muchos cadáveres allí,[19] por eso Plutarco dice que dos siglos después aún se podían ver en el barro restos humanos y de espadas, armaduras, cascos y escudos.
[24] El historiador militar estadounidense Richard Ernest Dupuy consideró a Sila como un buen líder militar, pero él y otros oficiales que vivieron después de la segunda guerra púnica (como Escipión Emiliano y el propio Lúculo) estaban por debajo del heroísmo de los mejores comandantes romanos en esa guerra o del profesionalismo demostrado por los diádocos.
Según Dupuy, habría que esperar hasta Cayo Julio César para encontrar un militar con un talento comparable a Alejandro Magno o Aníbal Barca.