Batalla de Omdurmán (1898)

Saldada con una victoria aplastante para las tropas anglo-egipcias, el enfrentamiento armado demostró la superioridad de la disciplina y la tecnología militar europeas, gracias al uso de fusiles y artillería contra un ejército muy numeroso pero con armamento totalmente arcaico.A finales de 1895 se consideró llegado el momento de preparar la reconquista de Sudán desde Egipto y la tarea le fue encomendada a Horatio Kitchener, sirdar («comandante en jefe») del nuevo ejército egipcio, instruido y dirigido por los británicos, y que comprendía excelentes batallones reclutados entre los nativos del Sudán meridional, hombres que odiaban a los derviches.Sobre esto, Kitchener no dejó nada al azar: las tropas egipcias y británicas y el material bélico se podían transportar por barco hasta la primera catarata del Nilo en Wadi Halfa, 800 kilómetros al sur de El Cairo.Durante la metódica aproximación se libraron varias batallas entre las fuerzas de Kitchener y las del emir Mahmoud, que debía hostigarlo.Abdullah esperaba derrotar a los británicos respaldado por su propia base y confiando que las líneas de abastecimiento enemigas se hallaban extendidas en exceso.En dos minutos los británicos lograron ponerlos en fuga con gran coste en oficiales, soldados y caballos, perdiendo la cuarta parte del 21° Regimiento.Al igual que el propio Kitchener y muchos de los británicos que participaron en la batalla, Churchill pondría en práctica lo aprendido durante la rebelión mahdista en la futura Guerra de los Bóeres en Sudáfrica, cuando alcanzó notoriedad por primera vez.
Cuadro de Richard Caton Woodville.
Cuadro de Robert George Talbot Kelly.