Cuando Bonaparte le alcanzó, solo encontró a la retaguardia al mando de Sebottendorf, que pretendía destruir el puente.
El general Sebottendorf emplazó a sus tropas en dos líneas: tres batallones en la desembocadura del puente, apoyados por la artillería, y otros cinco en retaguardia con la caballería.
Si todo iba bien, comparecerían en unas dos horas por la izquierda y la derecha austriacas, forzando el resultado de la batalla.
Cuando la segunda línea contraatacaba, los jinetes franceses llegaron al campo de batalla tras hallar un vado, e hicieron una carga.
Bonaparte entró en Milán, capital de Lombardía, pocos días más tarde.