Umar al-Aqta fue capaz de vencer la resistencia inicial bizantina a la invasión y alcanzar las orillas del mar Negro.
Los bizantinos, sin embargo, reunieron sus fuerzas y rodearon al ejército árabe en el río Lalakaon.
[6][7] Melitene, en particular, suponía una grave amenaza por su ubicación en las laderas occidentales de la cordillera del Antitauro, que le permitían a sus huestes penetrar sin obstáculos en la meseta anatolia.
Los árabes cruzaron las Puertas Cilicias y penetraron en territorio bizantino, saqueando mientras avanzaban, hasta que llegaron a las cercanías de Tyana.
Umar mandaba el grueso de las fuerzas de su emirato, pero se desconoce cuántos soldados le acompañaban: el historiador musulmán contemporáneo Ya'qubi indica que Umar contaba con ocho mil, mientras que los historiadores bizantinos Genesio y Teófanes Continuatus afirman que el tamaño del ejército era mucho mayor e incluía a unos cuarenta mil hombres.
John Haldon considera que la primera cifra es la más exacta de las dos, y estima la fuerza árabe total en unos quince o veinte mil soldados.
[13][14] En el bando bizantino, el emperador Miguel III había reunido su ejército para desbaratar la incursión árabe, y se enfrentó a los invasores en una batalla que se libró en un lugar conocido como Marj al-Usquf («la pradera del Obispo») en las fuentes árabes, un paraje montañoso cerca de Malakopea, al norte de Nacianzo.
A pesar de esto, los árabes lograron zafarse y continuaron su marcha hacia el norte; llegaron al thema Armeniaco, alcanzaron más tarde la costa del mar Negro y saquearon el puerto de Amisos.
[22][26] Los bizantinos aprovecharon la victoria y enviaron un ejército a invadir Armenia, por entonces en poder de los árabes.
[27][28] Así, en la misma campaña, lograron eliminar a los tres adversarios más peligrosos de la frontera oriental.
[29] Estos triunfos militares resultaron trascendentales: la batalla acabó definitivamente con el poderío del emirato de Melitene.
[3][28] La importancia de estas victorias no pasó inadvertida en la época: los bizantinos las celebraron como la revancha por el saqueo de Amorio sufrido veinticinco años antes, los generales victoriosos obtuvieron los honores del triunfo en Constantinopla y hubo celebraciones y misas en la capital.