La débil guarnición británica no podría hacerle frente a la superior fuerza nipona y se rendiría 18 días después de iniciada la batalla.
El gobierno militarista de Japón era fuertemente nacionalista, y veía con malos ojos cualquier intromisión occidental en su política expansionista.
Tropas británicas, canadienses e hindúes se encontraban bajo el mando del Mayor General Christopher Michael Maltby, y recibían apoyo de las fuerzas voluntarias de Hong Kong, una fuerza paramilitar poco entrenada.
Las defensas, preparadas con anterioridad, fueron rebasadas el 10 de diciembre, y Kowloon fue evacuada al día siguiente, siendo bombardeada continuamente.
Los soldados Rajputs fueron los últimos en abandonar la isla, partiendo el 13 de diciembre, ya que se había ordenado destruir todas las instalaciones militares posibles.
Posteriormente se construyó un cenotafio en Hong Kong, en honor a los muertos de las dos guerras mundiales.