En un principio, Bruto hizo retroceder a Octavio y se adentró en su campamento.
Las noticias que llegaban de las provincias orientales no eran nada alentadoras para los triunviros.
Estas eran cuatro legiones que el legado Alieno llevaba desde Egipto al cónsul Dolabela (tres de ellas dejadas por Julio César después de su campaña en Egipto), quien las esperaba en Laodicea para que se rindieran y pasaran a su mando.
Por su parte, el triunvirato tampoco perdió el tiempo: Lépido fue dejado en Roma, mientras que los otros triunviros (Marco Antonio y Octavio) se desplazaron al norte de Grecia con sus mejores tropas (un total de veintiocho legiones).
Aunque los triunviros habían logrado cruzar el mar Adriático, las comunicaciones con Italia se habían complicado debido a la llegada del almirante republicano Cneo Domicio Enobarbo, con una flota de 130 barcos.
Al sur su posición estaba protegida por unas marismas supuestamente infranqueables, y en el norte por unas colinas impenetrables.
Bruto situó su campamento en el norte, mientras Casio lo hacía al sur de la vía Egnatia.
Además, tenían una gran fuerza de caballería (13 000 jinetes con Octavio y 20 000 con Marco Antonio).
Apiano informa que el ejército reunía en torno a 80 000 soldados de infantería.
La caballería englobaba un total de 17 000 jinetes, incluyendo 5000 arqueros que montaban al modo oriental.
Este ejército incluía las viejas legiones cesarianas presentes en el este (probablemente las legiones XXVII, XXXVI, XXXVII, XXXI y XXXIII); de modo que la mayoría de estos legionarios eran antiguos veteranos cesarianos.
Esta maniobra fue finalmente advertida por Casio que intentó un contraataque desplazando parte de su ejército al sur, hacia las marismas, y fabricando un dique transversal, intentando cortar el ala derecha de Marco Antonio.
Capturó fácilmente el campamento de Casio, que fue defendido solo por unos pocos hombres.
Sin embargo, evitó un entierro público, temiendo los efectos negativos sobre la moral del ejército.
Los triunviros tuvieron que enviar una legión al sur, a Acaya, para recoger más suministros.
En las tres siguientes semanas, Marco Antonio pudo avanzar lentamente sus fuerzas hacia el sur del ejército de Bruto, fortificando una colina cerca del antiguo campamento de Casio, que había sido dejada sin vigilar por Bruto.
Quería mantener el plan original de evitar un enfrentamiento abierto, mientras esperaba que su superioridad naval agotara al enemigo.
Probablemente Bruto y sus oficiales temían que sus soldados se pasaran al enemigo si no mantenían el control de sus tropas.
Al final, el ataque de Bruto fue rechazado y sus soldados huyeron desordenadamente, rompiendo las filas.
Algunos soldados veteranos permanecieron en la ciudad de Filipos, que se convirtió en una colonia romana.
A su vez, otros veteranos fueron recompensados tras la batalla de Filipos con tierras en Italia, que fueron expropiadas al efecto.
Su intercesión logró que le fuera devuelta su granja al padre de Virgilio.
En Filipos no sólo murieron Bruto, Casio y muchos de sus seguidores, sino que cayeron con ellos los viejos ideales republicanos.
Los partidos senatorial y republicano fueron aniquilados: nadie más debía desafiar el poder del Triunvirato.
Los triunviros ahora dominaban Roma y quizá pensaron que sería mejor para todos separarse.
Plutarco describe que Marco Antonio cubrió el cuerpo de Bruto con una toga púrpura como muestra de respeto y aunque no habían sido amigos, recordó que Bruto había estipulado, como condición para unirse a la conspiración para asesinar a César, que la vida de Marco Antonio fuera respetada.
Bruto se encontró otra vez con el fantasma la noche anterior a la batalla.
Qui parentem meum [interfecer]un[t eo]s in exilium expuli iudiciis legitimis ultus eorum [fa]cin[us, e]t postea bellum inferentis rei publicae vici b[is a]cie.