Impulsó el proyecto el obispo Tomás Cámara, que consiguió movilizar a la sociedad salmantina con una carta pastoral titulada «Santa Teresa nos pide una basílica».
A pesar de que en el momento de las obras se contaba con una financiación que cubría prácticamente el presupuesto del templo, las grandes dificultades del terreno, situado junto al río Tormes, multiplicaron los gastos de cimentación, limitando el desarrollo futuro de la obra.
Durante la II República, en el año 1933, las obras se interrumpen de forma definitiva.
Si la idea que ofrecía el antiguo proyecto de Repullés era «entrar en el Castillo Interior», en este nuevo proyecto de Pérez Rodríguez-Navas se trata de hacer un homenaje a la espiritualidad cristiana.
Los trabajos realizados han permitido cerrar 1000 m² del templo que se podrán utilizar para celebraciones religiosas, con la posibilidad de realizar obras progresivamente.