Lo que sabemos de Barbaciano se cuenta en el Acta sancti Barbatiani presbiteri et confessoris,[1] ciertamente escrito antes del siglo XI, ya que inspiraron entonces el sermón LXV de Pedro Damián compuesto en honor a Barbaciano.
Obtuvo numerosos milagros y su reputación de santidad llegó a la emperatriz Gala Placidia, quien lo quiso como su padre espiritual y lo llevó con ella a Rávena.
Aquí Barbaciano estableció una comunidad de monjes y construyó un monasterio (San Giovanni Battista).
Sus reliquias se guardan en la catedral de Rávena en un sarcófago del siglo VI.
Según la tradición, su fundación tuvo lugar a instancias de san Petronio de Boloña en 432, aunque las primeras evidencias certeras se remontan sólo al siglo XII.