Apenas el cardenal oyó su voz se dio cuenta de las infinitas posibilidades que ésta tenía y lo puso bajo su protección, convirtiéndose así en su benefactor.
Tras 4 años de intensos estudios, la voz y técnica del cantante estaban completamente pulidas.
Su benefactor el cardenal Crescenzi lo cedió luego al príncipe Ladislao de Polonia que lo llevó consigo a Varsovia donde fue recibido casi como un regalo Papal.
Ferri actuó luego en todas las grandes cortes europeas consiguiendo siempre éxitos rotundos, sumas de dinero altísimas y condecoraciones.
La justeza perfecta de la afinación, la vivacidad brillante del trino y su respiración inaudible”.