Cuando Pompeyo se hace cargo del ejército republicano en el año 76 a. C., Balbo se une a él y, poco después, obtiene la ciudadanía romana extensible a toda su familia gracias a la Lex Gellia Cornelia,[2] (72 a. C.) realizada por los cónsules de ese año; Gneo Cornelio Léntulo y Lucio Gelio Publícola.
Tal concesión fue impugnada y luego defendida victoriosamente por el abogado e insigne retórico Cicerón.
[3] Al final de la guerra contra Sertorio, en 72 a. C., Balbo se trasladó a Roma, donde fue admitido en la tribu Clustumina.
Pertenecer a la clase alta de la sociedad romana, en la que se encontraban patricios, caballeros y aún plebeyos enriquecidos, resultaba fundamental para administrar las minas que eran, desde hacía tiempo, elementos fundamentales en el patrimonio de la familia.
En esa campaña es posiblemente cuando Balbo reafirmó una vieja relación, que iba a ser duradera, con la futura colonia luego llamada Cáceres.
No solo la colonia sino sus alrededores como, por ejemplo, Aliseda, donde había minas que pudieron ser propiedad de Balbo.
Durante la guerra civil del 49 a. C. permaneció en Roma y mantuvo la neutralidad, y aunque tuvo contactos con el cónsul Cornelio Léntulo que era partidario de Pompeyo, en realidad benefició más la causa de César.
Derrotados los pompeyanos en Munda (45 a. C.), César, por mediación de Balbo otorgó la ciudadanía romana a todos los gaditanos.
En esto, sin embargo, Cicerón se había equivocado; Balbo, cuya buena fortuna fue siempre la de ser partidario de la parte vencedora, acompañó a Octaviano a Roma, y posteriormente él lo recompensó con los más altos cargos del estado.