Así, es lógico que en esta transmisión hayan llegado alterados respecto a la versión original.
El su contexto escénico también fue utilizado, principalmente para las fiestas de Corpus, en las procesiones eclesiásticas como acompañamiento para dar un aspecto más ceremonioso y espectacular.
Finalmente, los diablos, diablillos o demonios desfilaban encabezando la comitiva para anunciar su llegada con jaleo de todo tipo.
De forma estrepitosa y ruidosa apartaban el público asistente abriéndose paso en la procesión.
Partiendo de un personaje que cada vez fue tomando más protagonismo y que llegó a superar la expectativa de la obra original, quedó la parte del diablo como la más popular.
En un primer período, desde principio del siglo XV hasta el fin de la invasión francesa el año 1814, el baile fue inducido fundamente con un cariz eclesiástico, ya fuesen procesiones, díadas o festivales de Corpus, y también por aspectos políticos o estatales.
En este segundo momento, los bailes de diablos amplían sus salidas a acontecimientos civiles como fiestas mayores y carnaval, a pesar de que continúan asistiendo los actos político-religiosos que les dieron origen.
Durante los años que siguen y hasta las primeres recuperaciones que culminan hacia 1978, debe hablarse de dos momentos: En un primer momento que iría de los años veinte hasta la Guerra Civil, la tradición del baile de diablos se conservó por inercia y poco a poco fue decayendo.
Para una parte del público, fue un recuerdo complaciente y entrañable; para muchos otros fue un acontecimiento nuevo, fantástico e ilusionante.
Por otra parte, hay el baile de diablos sin parlamentos como es el caso del Bajo Campo y el Priorato.
El fuego, como símbolo remoto, siempre ha sido un elemento universal y extraño que ha suscitado inquietud; también es extraordinario porque genera nerviosismo; asimismo es incorpóreo, entonces, produce ilusión en un mundo quimérico.
La pólvora, invento chino que data del siglo XII, traída a Europa por los árabes, es el apoyo pirotécnico de los fuegos artificiales.
Estos, concebidos inicialmente para festejar cualquiera motivo solemne, daban, y todavía dan, un aire majestuoso y espectacular a todo hecho, acto o festividad, que se quiera conmemorar.
Asimismo llevan unos ornamentos, según el gusto de cada cuadrilla, que representan figures infernales, animales o vegetales.
La palabra cohete queda ligada a esa tradición, ya que Cohet es el nombre del diablo en el idioma gascón como lo recoge el Dictionnaire du Béarnais et Gascon Modernes (Simin Palay, Eds du C.NR.S.