Se aislaron desde el siglo XIX para evadir las incursiones de los colonos.
Esto fue especialmente importante para los awá, porque su selva estaba siendo invadida por cada vez más foráneos.
Sin la intervención del Gobierno, parecía muy probable que los awá y su cultura ancestral se extinguiesen.
Fueron necesarios 20 años de presión sostenida por organizaciones activistas como Survival International y Forest Peoples Programme antes de que en 2003 la tierra awá fuera demarcada finalmente.
Aunque el territorio de los Awá esté legalmente protegido, colonos y madereros ilegales han invadido la selva donde vive la tribu: los invasores abren carreteras, cazan los animales de los que dependen los indígenas y los exponen a enfermedades y violencias brutales.
[1] Los indígenas que viven en aislamiento son particularmente vulnerables a los ataques, pues no cuentan con las defensas inmunitarias necesarias para combatir las enfermedades que vienen del exterior.
Numerosos testimonios han relatado que muchos de sus miembros no contactados han sido asesinados por los madereros y ganaderos, aunque no se dispone de datos recientes para confirmarlo, pues los indígenas no construyen casas (que se podrían localizar con vuelos de reconocimiento) y muchos de los contactos no son denunciados, probablemente por temor a represalias.