En las dos ocasiones el rey Alfonso XII resultó ileso y los autores respectivos —el tonelero catalán Juan Oliva Moncusí, del de 1878; y el pastelero gallego Francisco Otero González, del de 1879— fueron detenidos, juzgados y ejecutados mediante garrote vil.
[2][3] Aunque inicialmente la «propaganda por el hecho» se refería sobre todo a la acción insurreccional, comenzó a aplicarse a los atentados individuales, siguiendo el ejemplo del perpetrado en febrero de 1878 por Vera Zasúlich que disparó e hirió al coronel Fyodor Trepov, jefe de policía de San Petersburgo, y que causó un enorme impacto en Rusia y fuera de ella.
A los pocos meses el emperador Guillermo I sufrió dos atentados fallidos perpetrados por los anarquistas alemanes Max Hödel y Karl Nobiling.
En noviembre el anarquista italiano Giovanni Passannante intentó acabar con la vida del rey de Italia Humberto I.
La Revolte, que había sucedido a L'Avant-Garde después de su clausura por orden de las autoridades suizas, llegó a afirmar que si el atentado hubiera tenido éxito la monarquía en España habría caído.