[2] Anteriormente a estas fases históricas, las antropólogas feministas han rastreado su genealogía hasta finales del siglo XIX.
[3] Erminnie A. Smith, Alice Cunningham Fletcher, Matilda Coxe Stevenson, Frances Densmore, eran antropólogas autodidactas; sus logros se vieron desvanecidos y su herencia fue borrada por la profesionalización de la disciplina a comienzos del siglo XX.
[7] Como ambos enfoques asentaron una crítica a las descripciones de los etnógrafos masculinos y los enfoques feministas y mixtos a la etnografía se volvieron más populares, las mujeres no estaban descritas al detalle, sino mencionadas como parte de una cultura más amplia.
Moore sostuvo que la antropología, incluso cuando la llevaban a cabo mujeres, tendía a "ordenar el mundo en un lenguaje masculino [...] porque los investigadores, fueran hombres o mujeres, eran entrenados en una disciplina orientada hacia los hombres".
[11] Moore argumentó que la arquitectura teórica y los métodos prácticos de la antropología estaban tan fuertemente influenciados por la ideología sexista (la antropología era denominada comúnmente como "estudio del hombre" durante gran parte del siglo XX) que sin un autoexamen serio y un esfuerzo consciente para contrarrestar el sesgo, la antropología no podría representar significativamente la experiencia de las mujeres.
Hoy en día, la antropología feminista forma parte de la antropología del género para abarcar el estudio del cuerpo de las mujeres y su intersección y su relación con las fuerzas culturales, médicas, económicas, entre otras.