De Puga no existen noticias hasta 1635, año en que dictó en Madrid un primer testamento.
Se ha discutido qué parte pudo asumir Puga en esos cuadros, existiendo cierto consenso en atribuirle el paisaje.
Del mencionado testamento se desprende, también, que se encontraba establecido en Madrid trabajando ocasionalmente como oficial de Cajés, quien quizá fuese su maestro, pero relacionado igualmente con otros pintores, pues al redactar dicho documento tenía deudas con Francisco Barrera y con Mazo.
También en ese testamento se mencionan retratos en número importante, generalmente borrones que le servirían como modelos para las distintas copias efectuadas en el taller.
El grupo de obras atribuidas a Puga lo encabezan El afilador del Museo del Ermitage, que al parecer ingresó ya en el museo con esa atribución en 1816 y, por afinidad con éste, La taberna del Museo de Pontevedra, adquirido en 1926, cuando se atribuía a Murillo.