El rescate se llevó a cabo en Tánger, interviniendo como intermediarios dos comerciantes daneses, y permitió la liberación de dos frailes franciscanos, que se hallaban esclavos en poder del emperador de Marruecos, dos mujeres y ochenta y cuatro varones, algunos de ellos niños como Feliz Serra, de diez años y uno de cautiverio, por el que se pagaron seiscientos cincuenta pesos, o Andrés Famadas, natural de Barcelona, de trece años y cinco de cautiverio, cuyo rescate costó quinientos pesos «y un Moro» —treinta y cinco se liberaron en la operación y otro prefirió convertirse y fue bautizado en Ciempozuelos—, con un coste total de cincuenta y nueve mil doscientos cinco pesos fuertes y dieciséis reales de vellón.Sumari brevissim de sos Dogmas, del que se editaron ocho mil ejemplares.En 1781, el cabildo, que juzgaba prioritaria la construcción de una nueva catedral acorde con los tiempos, propuso su demolición, alegando su mal estado y escaso valor, pero el 18 de septiembre el conde de Floridablanca escribió a Hartalejo en nombre del rey prohibiendo la destrucción del viejo edificio.Hartalejo encargó al capítulo catedralicio un informe sobre la antigüedad de la pequeña iglesia y otro al arquitecto Josep Morató sobre lo que costaría mantenerla y repararla, informes que remitió a Floridablanca, quien se los pasó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y esta ratificó la negativa al derribo al creer que se trataba de una construcción de origen romano por su planta centralizada.[11] La autorización para la demolición, que hacía posible proseguir la construcción de la nueva catedral conforme a lo proyectado, como reclamaban el cabildo y la ciudad, solo llegó en 1787, muerto ya Hartalejo, pero entre tanto habían proseguido unas obras que exigían derribar partes de la vieja catedral, además de desplazar el claustro y sus dependencias para dejar espacio a la nueva obra.