Junto con sus tres hermanos crece en las localidades donde se va trasladando su padre, y, con sus abuelos en Fortuna, aprende a conocer los animales y las labores del campo como la siega, la trilla, la vendimia, la recogida de la almendra o la elaboración del vino.
La posguerra trae lentamente por fin la calma y las posibilidades de futuro.
En 1948 la misma Universidad le publica su primer trabajo, “Don Diego Clemencín.
Diputación de Murcia en 1946, redactado cuando estaba en cuarto curso de licenciatura, en colaboración con su compañero y entrañable amigo Eusebio Aranda Muñoz, libro prologado por el Dr. don Ángel Valbuena Prat y del que ha aparecido una segunda edición ampliada editado por la Real Academia Alfonso X el Sabio.
Como estudiante en Murcia le había correspondido hacer el Servicio Militar en la I.P.S.
La conferencia le valió ser recompensado con pasaporte de viaje a Madrid por el Coronel don Francisco Bardaxi, -Gobernador Militar de Huelva- pasaporte que aprovechó para realizar las citadas oposiciones, que ganó en 1950.
Ha dictado conferencias y participado en varios congresos sobre la enseñanza del idioma: Terminología lingüística (Madrid, 1958); Didáctica del Francés en la Enseñanza Media (Granada, abril de 1960 -con dos conferencias y varias prácticas a su cargo-); Enseñanza de la Civilización del país cuya lengua se enseña (Madrid, abril-mayo de 1965).
Segundo Premio Nacional de Poesía en 1987, convocado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y dotado con 25.000 pesetas por su colección de sonetos dedicados “A Einstein y Hawking y a todos los que discuten sobre si Dios juega a los dados”.
En 1990 obtiene el Primer Premio (100.000 pesetas) del XIV Concurso de Cuentos “Nueva Acrópolis”, con el relato titulado “Querida Lisi”, sobre la desconocida amada de Quevedo.
[2][3] Obtiene dos accésits en convocatorias del Premio Internacional de relatos “Demetrio Cañizares”, entre los años 1998 y 2001.