Se formó en filosofía y teología en el colegio de San Fulgencio de su ciudad, y después pasó a Roma, donde estudió dibujo durante tres años.
Esta nueva imprenta consigue en pocos años convertirse en una de las diez más importantes de la ciudad, hecho en el que debió influir su pertenencia a la Real Compañía de Impresores y Libreros.
Sus letras aparecieron en la edición del Salustio, llamada así tradicionalmente la del impresor Joaquín Ibarra de La conjuración de Catilina (Madrid, 1772), parece que por capricho del que fue su traductor, el infante Don Gabriel.
Si bien es un juego muy irregular y algunos de los grados merecen estima, las letras que se suelen tomar como referencia para hacer versiones -las del mencionado Salustio- fueron en su tiempo criticadas, por ejemplo por el ilustrado Nicolás de Azara.
Otorgó testamento en Segovia el 29 de octubre de 1812, falleciendo poco después, dejando heredero a su hijo José Espinosa Peralta, habido con su mujer María Peralta, que continuó con el negocio familiar.