Durante décadas, luchó incansablemente para hacerse un lugar entre los grandes de la música clásica, pero su destreza como directora chocó siempre con su condición femenina.
[1] En 1919, cuando se graduó del instituto de educación secundaria, supo que era una chica adoptada.
Es así como, durante el periodo de 1930-1932, Brico volvió a aventurarse en Europa, donde su talento era más considerado.
Hizo una gira con varias orquestas de Polonia, Alemania y los Balcanes, pero en 1932 volvió a los Estados Unidos.
Lo hacía ante la Musicians' Symphony Orchestra (una de las orquestas americanas más prestigiosas del momento) en el Metropolitan Opera House.
The Pictorial Review decía: «Con solo tres ensayos, la señorita Brico hizo tocar esa orquesta como nunca antes había tocado.» De hecho, se programó un segundo concierto, y hasta un tercero, pero éste no llegó a realizarse.
[3][2] Siempre teniendo en cuenta la posición social de la mujer en la época y las repercusiones que esto tenía sobre sus aspiraciones laborales y profesionales, podemos afirmar que los treinta fueron la década de oro para Antonia Brico.
Fue en el Lewis Stadium, en un concierto encabezado por la primera sinfonía de Sibelius —que volvió a recibir muy buenas críticas.
Todos los proyectos que hemos mencionado hasta el momento fueron simples encargos o promovidos por ella misma.
Y en este contexto hace falta también remarcar que su estreno como directora en Nueva York no fue del todo plácido.
Se conservan algunos de estos artículos, absolutamente desgarradores en algunos fragmentos (se juzgan predominantemente aspectos extramusicales, y evidentemente irrelevantes para la crítica):[2] Documentos como este son reveladores de la imposibilidad laboral y social que sufrían las mujeres.
Antonia Brico ejemplifica esta falta de interés en todo aquello liderado y protagonizado por la mujer, en la primera mitad del siglo XX, donde se suceden las producciones culturales generadas por artistas de género femenino.
En Denver, Brico enseñó piano y dirigió tantas orquestas como pequeños contratos le ofrecieron.
En paralelo, y como había tenido que hacer siempre, fundó sus propios pequeños proyectos.
Durante los años siguientes, su nombre apareció insistente cada vez que la orquesta hacía audiciones para recibir un nuevo director residente, pero fue siempre ignorada por el hecho de ser mujer.
Sibelius fue uno de ellos: la suya fue una relación amistosa desde que se conocieron, en 1937, hasta la muerte del compositor, en 1957.
Sibelius fue la figura que ligaba a Antonia con Europa, donde le aseguraba orquestas como directora invitada.
Dirigía solo cinco conciertos al año con su pequeña orquesta, rebautizada en 1967 por Brico como la Bussinessmen's Orchestra.
La CBS grabó los dos conciertos con LP, y hoy en día pueden consultarse en internet (ver referencias).
En 1977 Brico ofreció el último recital, con la Brooklyn Philarmonia, y en 1981 dejó la dirección definitivamente —su vocación pedagógica, sin embargo, todavía permaneció activa un tiempo.